Caps. 126 al 150.



CAPÍTULO 126 :

Al día siguiente. Ocho de la mañana.

Las dos mujeres aguardaban sin saber exactamente qué, sentadas en un banco desportillado. Las ojeras violáceas que bordean sus ojos revelan la noche en blanco que con toda seguridad han pasado. Tras recibir la llamada del abogado comunicando la detención, acudieron a la DGS en vano: al detenido no se le podía visitar, estaba incomunicado, así que  y fueron despachadas con cajas destempladas emplazándolas para el día siguiente. A pesar de eso, permanecieron en la DGS hasta las dos de la madrugada, hora en la que, vista la imposibilidad real de conseguir algo allí, decidieron volver a la casa para intentar dormir un poco e intentar estar plenas de mente y de fuerzas al día siguiente. Vano intento, poco habían conseguido dormirá pesar de sus esfuerzos.

Así que, tras dejar al niño con su madre, Elena y su suegra estaban en la DGS desde bien temprano, viendo pasar a los funcionarios, los policías y los ordenanzas, sin obtener ninguna respuesta:
-Lo siento señora, pero no podemos darle ninguna información.
-Por favor, es mi sobrino, mire, le traigo esta ropa para que no pase frío. ¿No podría hacérselo llegar?

EL silencio. Eso era todo lo más que sacaban de ellos. A media mañana se presentó el abogado y amigo de Julián, Álvaro Iniesta, que entró a los despachos y estuvo un buen rato. A veces las dos mujeres lo veían cruzando puertas a lo lejos, puertas que a ellas les estaban vetadas. Tras más de dos horas de espera, Álvaro salió al fin.
-Lo siento, pero no traigo buenas noticias.
La preocupación se instaló aún más en sus caras.

-Lo siento, pero al ser reincidente va a ser mucho más difícil todo. Lo van a trasladar a Carabanchel. Y no se le puede visitar ni hacerle llegar nada. Lo he intentado pero hay un hermetismo total con esto, no sé qué está pasando.

-¿A Carabanchel? ¿Pero de qué lo acusan?
-Motivos políticos.
-Pero si mi marido no hacía nada malo…
Álvaro retiró a las dos mujeres a un rincón más apartado.
-Elena, esto es muy serio. ¿Tú no tenías noticias de nada extraño que estuviese haciendo tu marido?
-No… ya te he dicho que no… él siempre me decía que iba a curar, que sólo era médico…
-Tal vez lo dijera para protegerte.
-No, no lo creo. Él ama su trabajo, tiene verdadera vocación, me hablaba de la gente que lo esperaba, y…
Elena rompió a llorar.

-Necesito saber todos los datos. Julián se está jugando pasar mucho tiempo en la cárcel. Vámonos, aquí ya no hacemos nada. Iremos al despacho y hablaremos tranquilamente, seguramente fuera veremos las cosas de otra manera…


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  1. CAPÍTULO 127:

    Quince días después.

    Elena y Doña Carmen se suben la bufanda. El frío ya ha llegado a Madrid y un viento frío proveniente del Norte ha hecho notar sus efectos. Las dos mujeres llevan un rato en la cola de familiares de presos con la vana esperanza de que algún día les dejen pasar. No han vuelto a ver a Julián desde que lo detuvieron y ni siquiera su abogado ha podido verlo. La preocupación de las mujeres se ha incrementado con la llegada del invierno crudo. Julián apenas tenía ropa de abrigo cuando lo detuvieron. Ellas acuden todos los días a la cola con una cesta con comida y cosas, pero la respuesta es siempre la misma.

    -No pueden entrar hoy.
    -Por favor… ¿cuándo nos van a dejar?
    -¡Siguiente! A ver señoras, hagan el favor y apártense…
    -Por favor, al menos hágale llegar esto! Es un par de mudas, y queso y chorizos, y…
    El funcionario cogía la cesta con desgana y la cara de no hacer mucho caso a lo que las mujeres le decían. Un día tras otro.

    Ese día alguien se les acercó.
    -¿Ustedes vienen a ver a Julián? Soy Toñi, mi marido sale con él al patio. Me ha dicho que pasa frío, que si le pueden traer ropa. ME la dan a mí y yo se la doy a mi marido. Y él se la dará al suyo.
    Elena le entregó la cesta. Ni siquiera sabía si decía la verdad o se lo quedarían para ellos, pero era su única esperanza y la única fuente de noticias de Julián. Hasta el día siguiente, la misma historia.


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  2. CAPÍTULO 128:
    Diez días después. Diciembre del 57.

    La nieve ha hecho su aparición pronto ese invierno, y las calles de Madrid se han visto cubiertas de un manto blanco, que desaparece tan pronto es pisado por las prisas de la gente. En las afueras, en Carabanchel, los familiares en la cola se abrigan como pueden y se confortan mutuamente. Saben que los de dentro pasan aún más frío y por desgracia no les espera el brasero a la vuelta.

    Las dos mujeres se han hecho familiares allí. Acuden todos los días, siempre con la vana esperanza de que algún funcionario se apiade al verlas y las deje pasar, lo puedan ver. Esperanza vana. Desde que lo detuvieron, Julián ha estado sin posibilidad de comunicación. Ni siquiera saben el motivo de su detención.
    -¿Pero cómo pueden detener a alguien sin motivo?- le había preguntado Elena desesperada al abogado en una de sus visitas.
    -Cuando es por motivos políticos, pueden hacer lo que ellos quieran. Y esto tiene muy mala pinta. Cuando salga la acusación formal seguramente pedirán una condena importante.
    -¿Eso qué quiere decir?
    -Que podría estar mucho tiempo en la cárcel.
    -¿Cuánto es mucho tiempo?
    -No lo sé. Pero varios años. Ojalá tuviera mejores noticias, Elena, lo siento.
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    Ese día parece que hay suerte. La “Toñi”, como la suelen llamar, las para cuando cogen el autobús de vuelta.
    -Que me ha dicho mi Juan que le lleven medicinas, que el hombre no está bien, que se le han pegado los fríos. Dice que le ha dicho que le lleve…. “pilisilina”… ¿se dice así? Que necesita curarse.

    Elena asiente sobrecogida. Sabe lo que eso significa. Julián debe de estar muy enfermo cuando él mismo se ha autorecetado penicilina. Tal vez tenga la temida tuberculosis, que tantos reclusos se lleva por delante. Al día siguiente regresa con la medicina que le ha facilitado un médico amigo para que se la haga llegar, si es que se puede, el enlace de la Toñi, como de costumbre. Ese día la acompaña su hermana Miriam. Su suegra estaba también delicada y se ha tenido que quedar en casa, con el niño.

    Elena entrega el sobre con los polvos de la medicina. Confía en que los funcionarios dejen pasarla a la Toñi, y no la usen para traficar de estraperlo. A la vuelta coge del brazo a su hermana, que ha estado mirando las idas y venidas del personal y se ha fijado en algo.
    -He visto entrar a un militar de alto rango…capitán, o teniente, no sé… el personal de la prisión le saludaba y le obedecía. Él no me ha visto, pero yo sí a él y le he conocido. ¿Sabes quién era?
    Era Alejandro. Alejandro Sáez de Tejada.

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  3. CAPÍTULO 129:

    Al día siguiente Elena, a petición de la Toñi, volvió a traerle más penicilina.
    Y al otro. Y al otro.

    -¡Qué dice mi marido que le tienen que mandar la medicina, que está muy mal!
    -Pero si ya la damos. ¿qué hacen con ella? ¿es que no se la hacen llegar?
    -Ay niña, ojalá lo supiera…

    Elena estaba desesperada. Todos los días le pasaban el hatillo al marido de la Toñi, con comida, algo de ropa algunos días, y la penicilina correspondiente. Los guardias retiraban la cesta para revisarla y luego no sabían nada más de ella. Pero era evidente que la penicilina se perdía por el camino.
    Ese día la Toñi se mostró esquiva al terminar la visita.
    -Me ha dicho que está como todos los días…
    -¿y qué más?
    -Ay mujer… pues como siempre….
    -¿qué pasa? ¿cómo está?
    Elena y Doña Carmen se las tenían que ver con la zozobra de no saber nada, absolutamente nada, de Julián. Ni a la una ni a la otra les dejaban entrar ni les daban noticias.
    -Dice… dice que lo han ‘llevao’ a una celda solo… como está enfermo… que le mandéis jerséis y abrigos porque allí hace más frío y que tiene mucha fiebre desde hace muchos días…

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  4. CAPÍTULO 130:

    Al día siguiente.
    Elena aguarda sentada en un desvencijado banco de madera. Su corazón dio un vuelco cuando el funcionario, ese día, les permitió lo que llevaban tanto tiempo esperando.
    -¡¡Familia de Julián Robles!!!!
    Las dos mujeres se levantaron inmediatamente.
    -¡Una sola!
    Elena y Doña Carmen se miraron. Difícil decisión.
    -Vaya usted, Doña Carmen.
    -No, hija, debes entrar tú.
    -Usted es su tía, yo…
    -Entra tú! ¿no ves que si no te ve será peor? Pensará que te ha pasado algo, vamos, entra… antes de que se arrepientan.
    Elena cogió la cesta con las viandas y se dispuso a cruzar el umbral.
    -¡¡NO!! ¡¡Ella! ¡Tú no!
    Sorprendidas, las mujeres no tuvieron más remedio que obedecer. Doña Carmen cruzó la reja y se fue tras el funcionario. Ahora volvía, con la cesta vacía y el pañuelo en la mano. LA buena mujer no podía ocultar las lágrimas.

    -¡Doña Carmen! ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está? ¿Dónde lo tienen?
    Doña Carmen hizo un gesto hacia la puerta. Necesitaba salir y tomar aire. Elena la ayudó y dejó que se recuperara. Las miasmas de la cárcel se pegaban a la piel y dejaban un extraño olor en el ambiente.
    -Hija… está muy mal… apenas me han dejado verle detrás de una reja, pero está muy mal, lleva varios días con fiebre…. Me ha pedido otra vez penicilina, dios mío, mi niño… estaba desesperado… no se la dan, Elena, la que le has estado trayendo estos días no se la han dado, sabe dios qué harán con ella… mi niño… está mal, muy mal….

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  5. CAPÍTULO 131:

    Al día siguiente.

    Las dos mujeres vestidas con abrigos oscuros se ajustan la bufanda calada hasta las orejas. Ese día hace mucho frío en Madrid.
    De nuevo, a ambas en la cola de la cárcel, les niegan la visita. Han estado visitando al abogado. Álvaro Iniesta también hace gestiones, pero el resultado es infructuoso.
    -Creo que alguien lo está usando como chivo expiatorio. Algún enemigo que tuviera, alguien que lo quiere ver entre rejas. Esto no tiene sentido y se salta las más elementales normas del Derecho.

    A Elena le ronda una idea en la cabeza, que no ha comentado con nadie. De nuevo han podido conseguir una ampolla de penicilina, no sin antes pagarla a precio de oro. Elena lleva la ampolla guardada en su sujetador, y la jeringuilla en el bolsillo de su abrigo. Mete la mano y la siente, aferrándola con fuerza.
    -Espéreme aquí, Doña Carmen.
    -¿Dónde vas, hija?
    -No se preocupe si tardo. Voy a intentar ver a alguien.

    Elena se cruza el abrigo y se dirige hasta el funcionario.
    -Quiero ver al jefe de la prisión.
    El funcionario la mira con desprecio, y sigue con su papeleo ignorando a la mujer que tiene delante.
    -Por favor, quiero ver al jefe de la prisión.
    -¡Sí, claro! Y yo quiero una quiniela de catorce, no te jode…

    Los otros dos compañeros celebran con risotadas la bravuconada del compañero.
    Elena buscó en su bolso y sacó un billete arrugado, que disimuladamente puso en su mano.
    -Por favor, es importante.
    El funcionario cogió el billete y se lo guardó, pero no se movió de la silla.
    -Mira guapa, el jefe de esta prisión tiene cosas más importantes que hacer que verte a ti. Así que deja de molestar y vuelve por donde has venido. ¡Aire! Vamos, ¿no me oyes?
    A Elena se le humedecieron los ojos de rabia y pena, pero no se dejó amedrentar. Sacó un papel doblado del bolso, que llevaba unas letras escritas.
    -Hágale llegar esto a su jefe y más le vale que no se pierda por el camino. . Si se entera de que he estado aquí y no me ha dejado verle va a ser peor para todos. Se lo digo de verdad.

    El funcionario se levantó con genio y cogió el papel. Con la mirada arrugada y el cigarro echando humo en su boca, echó un vistazo a su contenido. Luego lo volvió a doblar y se retiró, dando taconazos por el pasillo. A los pocos minutos volvía otra vez.
    -Por aquí.

    Elena respiró hondo. Primer obstáculo superado.

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  6. CAPÍTULO 132:

    -Elena, Elena…. Cuánto tiempo sin vernos…. Siéntate, mujer… qué te trae por aquí…
    Alejandro la miró mientras se encendía un cigarro sentado en su sillón de piel.
    Elena disimuló el estremecimiento que sintió al volver a tenerlo delante suya. El despacho, las paredes, los cortinajes, la foto del Caudillo colgada de la pared... Lo miró a la cara: los años tampoco habían pasado en balde por él, y a Elena se le antojó más estropeado y con cara de amargado, más calvo y gordo, con la piel cetrina. Aunque ambos casi eran de la misma edad, el tiempo no se había portado igual con ellos. Ni la vida.

    -Primero quería decirte que… siento mucho la muerte de tu mujer. ME enteré hace poco. Te acompaño en el sentimiento.
    -Ya, ya…. Pero imagino que no has venido hasta aquí solo para darme el pésame, no? Cuéntame cosas de ti…¿Qué es de tu familia? ¿Cómo está tu hijo?
    -Pues, precisamente… de eso venía a hablar…
    Alejandro echó una bocanada de humo hacia ella, cosa que la hizo sentirse enormemente molesta.

    -Mi marido, Julián, está aquí, encarcelado.
    -¡No me digas! ¿Y qué delito ha cometido? Porque aquí no viene la gente por nada.
    Elena intentó ignorar el sarcasmo de Alejandro y no dejarse llevar por los nervios que sentía.
    -No ha hecho nada malo, él es médico. Lo detuvieron en una redada pero te juro por lo más sagrado que él no ha hecho nada malo.
    -No jures, queda muy feo en una mujer.

    Alejandro volvió a aspirar el cigarro. Largas bocanadas, y pausadas, saboreando el momento.
    -veamos… Julián Robles…. Casualmente tengo aquí su expediente… sí, es un reincidente…
    A Elena no se le antojó tan casual que su expediente estuviera encima de la mesa de Alejandro, y se extrañó por ello.
    -Francamente, Elena, no sé qué quieres que haga. Yo no soy juez, no puedo hacer que salga de la cárcel. Cuando lo juzguen, se demostrará su inocencia o culpabilidad.
    -No te pido que lo saques. Ya sé que eso no está a tu alcance. Solo te pido que, por favor, le hagas llegar esto.
    Elena se sacó la el frasco de penicilina.
    -Nos han dicho que está muy enfermo, que necesita pincharse esto. Por favor, solo te pido que se le haga llegar esta medicina. Está grave, ayer lo vio su madre, y dice que puede morir. Tiene mucha fiebre.

    Alejandro ni se inmutó mientras seguía aspirando largas bocanadas de humo.
    -Si está tan grave me imagino que lo habrán llevado a la enfermería de la prisión y lo estarán viendo los médicos.
    Elena sabía de sobra, por un compañero de su marido que asistía voluntario a los presos cuando le dejaban, que la asistencia médica a los presos era prácticamente nula.
    -Por favor… te lo pido por favor… necesita esta medicina… le hemos traído más frascos, pero no le han llegado…. Por favor…. No te pido más cosas, solo eso…
    Elena sentía la mirada de Alejandro escrutándole hasta el tuétano de sus huesos. LE disgustaba enormemente que la viera tan débil ante él, pero no tenía otro remedio.

    -¿Ya está?
    -Por favor…
    -¿Y a cambio de qué?
    -¿…?
    -Quieres que me salte los protocolos de este centro así, sin más?
    -Yo… no sé qué puedo ofrecerte que tú no tengas…
    Julián apagó su cigarro, la miró largamente y prosiguió.
    -Eso no se puede hacer, Elena.
    -Pero tú eres el que manda aquí, ¿No es así?
    -Sí. Pero yo no puedo decir que sí a todos los caprichos de los presos. Este centro tiene unos protocolos y unas normas que están para cumplirlas.

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  7. CAPÍTULO 133:

    -Puedo… puedo conseguirte más….
    Elena miró la penicilina. Era algo caro y escaso, que se vendía de estraperlo en el mercado negro. Ella había conseguido los frascos para su marido, no sin esfuerzo.
    -Mi marido es médico, tiene contactos. Si algún día tú o tu familia necesitáis, puedo conseguirte más. No es fácil, pero yo…
    -¡JA JA JA JA!….
    LA carcajada de Alejandro le hirió los oídos.
    -Pero Elena, por favor… ¿acaso te crees que yo no tengo los contactos para adquirir penicilina? Toda la que quieras… y perfumes franceses, y medias de cristal… si medias, anda que no me las piden para regalos cuando tengo oportunidad de comprar, y no precisamente para las legítimas.
    El contraste entre Alejandro, que parecía refocilarse en los detalles nimios, y Elena, que venía a suplicar por la vida de su marido, era brutal.

    -Por favor, Alejandro… solo te pido que le permitas tomar la medicina. El juez lo condenará a lo que él quiera, pero ahora por favor, llévale la medicina, te lo suplico… Buscaré dinero… te daré lo que tú quieras, pero por favor… llévale esta medicina… él sabe ponérsela, ni siquiera tenéis que llevarlo a la enfermería, pero por favor…

    -Muy bien. ¿Y luego?

    Alejandro volvió a encender otro cigarro, con una parsimonia que sacaba de quicio a Elena. Llegó a pensar que se estaba riendo de su desgracia. Tragando saliva, Elena empezó a desabrocharse el abrigo. Se despojó de él y luego empezó a desabrocharse su vestido. Un sostén negro asomó entre sus ropas. Pronto se quedó en combinación delante de Alejandro. Despacio, tragándose la vergüenza, Elena se baja un tirante y luego el otro.

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  8. CAPÍTULO 134:

    Elena siente el aliento de Alejandro recorriendo la piel de su nuca, y tiene que hacer esfuerzos para aguantar la arcada que le viene. El olor a tabaco rancio llega a su pituitaria. Tiene deseos de salir de allí corriendo, pero aguanta quieta clavada en el sitio. Alejandro le huele el cuello y suspira.
    -No está mal. Buen intento.
    Elena intenta no dejar translucir la indignación que siente. Quiere que la tome y terminar rápido, cuanto antes. Alejandro se recrea en su asco como un torturador con ante el dolor de su víctima.

    -Estas cosas no te pegan, Elena. Ni siquiera sabes cómo hacerlo. ¿No te ha enseñado… cómo se llamaba…? Esa amiga tuya que se tuvo que venir a Madrid a trabajar en el oficio… sí, la que me encontré el otro día… ¿ era Rosa? Fíjate que vino el otro día apareció por el pueblo del brazo de su marido… y eso que decían las malas lenguas que había estado trabajando en la calle… ¿no te la encontraste, cuando viniste a Madrid?

    Elena sintió deseos de darle un puñetazo allí mismo al oírle hablar de la pobre Rosa, pero se tuvo que contener. Alejandro le subió los tirantes del sostén, colocándoselo él mismo con sus manos. A Elena le dio un asco atroz al sentir las manos de Alejandro manipulando de esa manera sus pechos.

    -Vístete. Es invierno y vas a coger una pulmonía. Últimamente está pegando fuerte aquí en la cárcel. ¿Sabes? La semana pasada, sin ir más lejos, enterramos a doce. Y se murieron ellos solitos, sin ayuda de nadie.

    Elena lo escuchó sin oírle. Se sintió humillada, burlada. Ahora sabía que Alejandro no haría nada por ellos y solo quería salir de aquí. ¿para qué la había mandado llamar? ¿Para reírse de ella? Sintió indignación por su pobreza de espíritu.


    -¿Ya te vas? Espérate, mujer. Aún no hemos hablado del todo. Siéntate, ven.
    -Mi suegra me está esperando fuera. Debo de irme.
    -Pero qué prisa te ha entrado, mujer. Antes no tenías tanta prisa, ¿no?
    Elena se sentó en la butaca. Evitaba mirarle a la cara.
    -Tu marido puede estar orgulloso de ti. Eres capaz de cualquier cosa por salvarle, ¿verdad?
    -Tengo que irme.
    -Tienes un buen cuerpo, Elena. Cualquiera diría que has sido madre. Tus pechos son aún más buenos que antes.
    -¡Me voy!- Elena se levantó.
    -¡Te sientas!
    LA voz autoritaria de Julián la asustó.
    -Lo mismo me lo pienso, y se puede hacer algo por tu marido. Un hombre con una mujer como tú merece que le den una oportunidad, ¿no crees?
    Elena se volvió a sentar ante la indicación de Alejandro, que se había levantado y se había puesto a su lado.
    -Tú tienes una cosa que me pertenece. Podemos llegar a un acuerdo. Y ahora mismo tu marido tendría esta medicina que le traes con tanto celo.
    -¿yo? ¿qué tengo yo? ¿qué es lo que quieres?

    Alejandro se puso detrás de ella y masticó lentamente sus palabras, en voz firme.
    -A mi hijo. Quiero a mi hijo.

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  9. ¡Ay, Vírgen! Ahora, el sinverguenza de Alejandro, quiere a su hijo! Ese va a hacer su peor sufrimiento. No tenerlo jamás...I hope!!! Me encanta tu historia, María <3
    La Propia!!!

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  10. CAPÍTULO 135:

    -¿Qué ….?
    Elena tuvo la vana esperanza de no haber escuchado bien.
    -A Santiago. Es hijo mío y soy su padre.
    -No es tu hijo.
    -¿Ah, no? Yo diría que tiene toda mi cara.
    -Pues no. Santiago se parece a mi familia.
    -Sabes de sobra quién es el padre de ese niño.
    -Eso no es lo que decías cuando me quedé embarazada, cuando me rechazaste por ello y me acusaste de haberme acostado con medio pueblo. Entonces decías que no era tu hijo.
    -Ay Elena, Elena… la juventud nos hace pecar de inconscientes… pero aún tengo la oportunidad de arreglarlo, mujer, déjame que lo haga.
    -¿Arreglar qué? Ya no hay nada qué hacer. Santiago tiene ya casi dos años, no es hijo tuyo, no sé a qué viene esto.

    -No me cabe la menor duda. Es mi hijo y no voy a dejarlo desamparado.
    -¡Ya tiene un padre! ¡Mi marido! ¡y yo soy su madre!
    Alejandro se sentó de nuevo y cogió otro cigarro. Elena se sintió marear.

    -¿Es por la herencia, verdad? Por eso lo haces… Quieres que te dejen la herencia y necesitas al niño. Ni siquiera lo quieres, solo quieres los dineros, las tierras, y la maldita herencia de tu familia, para que no le dejen la hacienda a tus primos y te repudien en el testamento y…

    -¡¡Basta!! No sigas hablando o te arrepentirás!!
    Elena se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta. El guardia que había al otro lado la abrió, cortándole el paso.
    -Te pierde el genio, Elena. Te conviene entrar y negociar conmigo.
    -No hay nada que negociar. No me separaré de mi hijo, ¿me oyes? ¡¡Nunca, nunca tendrás a mi hijo!! Nunca se irá de mi lado ni nada ni nadie me separará de él, que te quede claro.

    -Bien. Pues entonces vente tú con él.

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  11. Esto está buenísimo, María!!! Me pregunto ¿Alejandro, en realidad, quiere a su hijo o es por la dichosa herencia? ¿Tendrá algún sentimiento genuino este ser, para mi, despreciable por demás? El personaje de Elena ha madurado y se ha hecho más fuerte. Primero madre que mujer, aunque eso suponga la muerte de su amado!!!
    La Propia!!!

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  12. CAPÍTULO 136:

    -¿Qué…?
    Alejandro encendía de nuevo otro cigarro y aspiraba el humo regodeándose.
    -Entiendo que tú eres su madre y el niño no me conoce. Vente tú con él. Seremos los tres una familia. Al fin y al cabo es mi hijo, ¿no? Y tú y yo fuimos novios en un tiempo no tan lejano.
    -No sabes lo que dices… no… no sabes lo que dices…. Yo ya estoy casada. Tengo marido y Libro de Familia. Santiago es hijo de mi marido. Lleva sus apellidos y él es su padre.

    -Bueno… eso son papeles, al fin y al cabo… los papeles se pueden cambiar… basta con tener los contactos adecuados…

    -No… no… debo de irme, mi suegra me está esperando…
    Elena se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta. Alejandro hizo una señal al guardia que la dejó salir. Elena se extrañó de que la dejara irse así de fácil, cuando antes le había cerrado el paso.

    -¡Por aquí! – le indicó.
    Elena recorrió el pasillo volviendo sobre sus pasos, detrás del guardia, hasta que se metieron por una galería distinta. Por allí no había entrado, pero no tuvo más remedio que obedecer a su guía. Elena se abrochó el abrigo mientras se notaba temblar por el frío, o quizás por los nervios. La barbilla le temblaba y mientras notaba el olor a humedad de aquel pasillo y el sentía los huesos estremecerse de frío. Pensó en su marido.
    -Oiga, ¿me puede llevar a la salida, por favor?
    El guardia la miró con cara de autosuficiencia y no le contestó, indicándole unas escaleras de bajada, aún más húmedas e infectas. Descendieron hasta llegar a otra galería y cruzaron varios pasillos oscuros y malolientes hasta que llegaron a uno con varias puertas a ambos lados. Aquello eran celdas, sin duda. Elena sintió que iba a ver a su marido y no se equivocaba.

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  13. CAPÍTULO 137:


    El guardia abrió la pesada puerta para que entrara una Elena con los ojos fijos por el terror. Una estrecha celda con un ventanuco con una reja mohosa en una de las paredes. Elena se acerca al camastro que hay en un lateral, donde se adivina un hombre tapado por una raquítica manda.
    -¡Julián! ¡Dios mío… Julián!

    Elena se acerca hasta su marido, que no se ha percatado de su presencia. Su frente está empapada de sudor y apenas reacciona cuando ella intenta reanimarle. Lleva puesta la camisa con la que le detuvieron, sucia y ennegrecida por los días de cárcel, y un jersey ralo que apenas abriga.

    -Julián… mi vida… resiste mi amor, resiste… te sacaremos de aquí… aguanta…
    Julián entreabre los ojos y apenas puede hablar.
    -A…gua….
    -¡Agua! ¿Dónde está el agua?
    Elena se apresura en coger del suelo un mugriento vaso que hay junto a un plato de gachas, y que el enfermo, en su debilidad, apenas ha tocado. Lo aproxima a los labios de su marido y deja que beba. Teme que el guardia le haga salir antes de reconfortarle lo suficiente.
    -Bebe, bebe… tienes que beber… te vas a poner bueno…. Estamos intentando sacarte, mi amor…. Aguanta….
    -Penicilina…. Necesito penicilina…
    Elena se palpa el bolsillo y comprueba que la penicilina se la ha dejado en el despacho de Alejandro. ¡Mierda! Si se la hubiera bajado, piensa, por lo menos Julián podría pincharse una dosis…

    -¡Vamos! ¡Se acabó la visita!
    -¡Espere un poco más por favor! Por favor, ¡déjeme que le dé agua! necesita medicinas… necesita que lo vea un médico….
    El guardia la coge del brazo y la hace salir, mientras Julián tose como un perro.
    -Aguanta amor mío, aguanta. Te voy a sacar de aquí. Te quiero, te quiero mucho….

    El guardia cierra la pesada puerta mientras saca a Elena gritando por el pasillo.
    -Te voy a sacar de aquí, Julián. TE prometo que te sacaré….


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  14. CAPÍTULO 138:

    Elena nota su barbilla temblar de rabia. Rabia, impotencia y mil sensaciones más acudían a su mente mientras el guardia la iba subiendo por las galerías de arriba. Ahora entiende todo desde el principio y se siente marear al comprobar lo lejos que puede llegar alguien.

    Alejandro mira a Elena, de nuevo en su despacho. Nota que su barbilla tiembla y ella evita que se le note. Evita mirarle.
    -Sácale de ahí, por favor.
    -¿Y bien?
    -¿Por qué haces esto? Podrías tener a todas las mujeres que quisieras… cualquier chica se moriría por ponerse novia contigo. ¿Por qué yo?

    Pregunta vana… ella era la que tenía a su hijo, y el tiempo urgía. Alejandro no iba a perder valiosos años de su vida en cortejar a una jovencita, vivir un largo noviazgo y esperar a que llegara descendencia cuando ya había un niño y los padres ancianos cerraban trámites de fincas y herencias.

    -¿Y cómo sé que me estás diciendo la verdad? ¿Cómo sé que lo sacarás de ahí?
    -Tú misma lo podrás comprobar.
    -¿Y después? Yo estoy casada con él. ¡Es mi marido!
    -Lo tengo todo pensado, no te preocupes.
    -¿Qué? ¿Qué es lo que piensas hacer?

    -Querida Elena… qué poco mundo tienes… no hay nada que no se pueda hacer teniendo los contactos adecuados, te lo aseguro. Y el matrimonio no son más que papeles.
    -¿Papeles? ¿Y él? ¿Qué va a pasar con él?
    -Como te he dicho, quedará libre.
    -¿Libre del todo? ¿Saldrá de la cárcel para siempre? ¿Para no volver más?
    -Así es.
    -¿Y cómo sé que me dices la verdad?
    -Tendrás que confiar en mí.
    -Confiar en ti…. Sí… confiar en ti… ¡promételo!
    -Te lo prometo. Tu marido quedará libre y sin cargos.
    -¿Y después? ¿Crees que se va a conformar? ¿Crees que no va a buscarme?
    -No, si se dan los pasos adecuados.
    -¿qué…?
    -Harás lo que yo digo….
    Elena siente la habitación darle vueltas mientras la náusea acude a su boca y lucha por aguantarla. Ahora entiende las detenciones de Julián. Desde la primera redada, hasta la actual. Era por ella, para buscarla a ella. Al hijo de ella. Ya vinieron las navidades pasadas, él y la difunta Guadalupe, para que Elena les entregara el hijo que ellos no podían concebir. Elena les echó con cajas destempladas de la portería y fue entonces cuando Julián le propuso matrimonio para darle sus apellidos al niño y así salvaguardarlo. Ella creía que la pesadilla terminaría con eso, pero era evidente que no. Alejando no se conformó con su negativa y planeó todo de forma meticulosa.

    -¿Y bien….? – pregunta Alejandro inquisidoramente.
    Elena firma su futuro y el de su hijo cuando sentencia mirando al vacío.
    -Sácalo de ahí. Ya.

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  15. CAPÍTULO 139:

    Elena recordó los acontecimientos que sucedieron de manera vaga, como imágenes que le acuden a la mente a retales. Recordaba que se apoyó en la silla para no marearse, mientras sintió que Alejandro cogía la penicilina que había dejado en la mesa y hablaba con el guardia cosas que no llegó a oir. Recordaba que Alejandro iba dando instrucciones a otros guardias, mientras ella musitaba en voz baja:

    -…mi suegra… qué va a pensar de mí…. Doña Carmen….

    Elena recordaba que lo sentía más por lo que pensarían los demás de ella, Doña Carmen y Julián se sentirían traicionados en su confianza, y le producía aún más dolor que lo que iba a llegar.

    Recordaba que Alejandro le puso delante papel y pluma, y le hizo escribir una carta que él mismo iba dictando, mientras a ella le temblaba el pulso y luchaba por controlar su rabia y su pena. Una carta de despedida para su marido, que le sería convenientemente dejada, y que apenas recordaba salvo frases sueltas. Al fin y al cabo, lo mejor para Julián sería que pensara que ella lo abandonaba por el padre de su hijo. Así no la buscaría…. “…Estimado Julián: te escribo estas líneas para comunicarte que… me voy con el hombre que siempre he querido…. al fin y al cabo él es el padre de Santiago… te agradezco enormemente todos los detalles que has tenido conmigo hasta ahora y…. pero yo debo continuar mi vida con el hombre que amo junto a mi hijo y la familia que por fin vamos a ser…. No te preocupes por los papeles, en breve recibirás notificaciones para arreglar las cosas desde el punto de vista legal…. No me busques…. Un saludo…..” Las frases frías y los saludos de compromiso se sucedían en la carta, como queriendo marcar distancia con el que iba a abandonar de esa manera tan miserable.

    Si recordaba que a la hora de firmarla se detuvo un momento, como si pensara definitivamente a la hora de poner su rúbrica.
    -Elena…
    Y Elena firmó en el lado contrario a donde lo solía hacer siempre, en el lado izquierdo, con la letra suelta y rubricando de manera distinta a la habitual. Al terminar se dio cuenta de que la rúbrica le recordaba extrañamente a una reja.

    PS- MUCHAS GRACIAS A TODAS POR VUESTROS COMENTARIOS.

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  16. Ayyy, Dios...quiero ver a Alejandro (que infame es), humillado y suplicándole amor a Elena...jijiji!!!
    La Propia ☺

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  17. CAPÍTULO 140:

    -Ahora acompáñame.
    Elena se levantó y caminó detrás de Alejandro, por otros pasillos y otras galerías en las que ni se fijó.
    -Recuerda, un paso en falso y volverá a la celda. Ellos ahora no deben de oírte. Asómate.
    Elena se empinó para asomarse por un ojo de buey de lo que parecía ser la puerta de una enfermería. Divisó a Doña Carmen inclinada sobre una cama en la que estaba Julián en ella.
    -Ya le han puesto la medicina. Cuando esté mejor lo trasladarán al hospital.

    Elena cerró los ojos aliviada. Al menos Julián ya no pasaría sed ni frío. El estado en el que había visto a Julián en la celda de abajo era preocupante, y Elena llegó a pensar que apenas pasaría de esa noche, febril y deshidratado. Ahora veía que lo acababa de sacar de allí, probablemente le había salvado la vida con su decisión. En la enfermería, Doña Carmen se desvivía por limpiar y atender a su hijo. Elena sabía que pronto llegaría el Dr. Mauricio, un compañero de Julián, que solía ir voluntario a allí. ÉL se ocuparía personalmente de todo lo demás.

    -Mi suegra… me estaba esperando… se va a preocupar si no aparezco…- se quejó débilmente.
    -No te preocupes por tu suegra. Te he dicho que está todo pensado.

    Elena ya no tenía fuerzas para resistirse cuando la condujo a uno de los patios exteriores y la hizo subir a un coche negro, con dos de sus hombres, a los que dio la dirección de la casa.
    -¡A la Calle Águila!
    Ahora que ya no podía verla, en el asiento trasero, Elena notaba resbalar una lágrima solitaria por la mejilla

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  18. Saludos, María:
    Tu relato, María, está en una etapa sumamente interesante y va muy bien lograda. ¡Te felicito! Elena, llegará al pueblo, con su hijo y obligada por el malvado Alejandro. Asoman muchas preguntas a mi mente como lectora ¿Cómo será la familia de Alejandro? ¿Cómo los recibirán, especialmente a Elena y al niño? ¿Elena podrá ganarse la familia de Alejandro y defenderla de ese demonio? ¿Tratará Alejandro de abusar de Elena, creyéndose con derechos sobre ella? ¿Se habrá enamorado de Elena? ¿Amará a su hijo? ¿En el fondo; pero bien en el fondo, estará arrepentido de haber abandonado a Elena embarazada y cuando ella más lo necesitaba? Tengo más preguntas; pero no debo hacerlas ;) Yo sé que Julián irá a buscarla; pero en lo que se recupera, Elena tendrá que ponerse más fuerte y defenderse de Alejandro. Como te dije antes, su personaje a evolucionado, se nota más madura y fuerte. Claro, tendrá momentos que se le caerá el mundo encima, como ahora, pero no es para menos. La situación está difícil para ella ¡Está atrapada! Mis opiniones son de escritora a escritora, jejeje; pero claro, tú nos dará las sorpresas en cada capítulo. El sufrimiento de Julián y Elena, casi, me hace comerme las uñas, pobrecillos. A Alejandro, yo lo hubiera puesto más guapo de lo que lo describiste, para que Julián tuviera celos (los hombres son así; aunque digan que no) para que hubiera una atmosfera de lucha por el amor de Elena. Anyway, tú eres la escritora y supongo que ya tienes la historia acabada y/o la idea de su desarrollo hasta el final. Lo sé por experiencia con la novela que estoy escribiéndo desde hace tres años. Tienes la idea desarrollada hasta el final; pero las musas comienzan a invadirte, te siguen llenando de ideas y más ideas. Te deseo mucho éxito con "Atardecer" si decides publicarlas...ahhh; pero nos avisas.
    La Propia

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  19. CAPÍTULO 141:

    -¡Madre!
    Lo primero que hizo Elena al bajarse del coche y entrar en la portería fue ir a los brazos de su progenitora.

    -¡Elena! ¿Ya estáis aquí? ¿Y Doña Carmen? ¿Qué ha pasado? ¿Quiénes son estos señores?
    Los dos hombres de negro surgieron detrás de ella.
    -Madre, todo está bien, no se preocupe. Por favor, vista al niño para salir.
    -El niño está terminando el almuerzo. Tu hermana aún no ha llegado. ¿Qué pasa?

    La presencia intimidatoria de los hombres cortó las preguntas.
    -No pasa nada madre. Vista al niño, me lo voy a llevar. Mientras, yo voy arriba a por las cosas que necesito.
    Dolores contempla a su hija seguida por los hombres de negro. Un funesto presentimiento acude a su memoria. Se apresura a hacer lo que le ha dicho su hija y se mete para adentro sin decir nada.

    Elena sube al primero y abre su piso. Con gesto mecánico coge una maleta y mete en ella la ropita del niño. Toda. Vacía el cajón con todos los jerselitos y los picos de la criatura y suspira. Apenas cabe más en la maleta. Quiere quedarse a solas pero no puede.
    -Perdone señora, así no….

    Uno de los guardias abre la puerta del dormitorio que ella ha cerrado para tener más intimidad. Quieren ver todos sus movimientos y así asegurarse que no le deja ningún mensaje inoportuno a su marido.
    -Lo siento pero tengo que entrar al baño. ¿O también quiere que deje la puerta abierta?

    Los guardias se miran y se encogen de hombros. Elena sonríe para sus adentros el gesto que ha tenido. No le sirve para nada pero es un pequeño gesto, al fin y al cabo, una pequeña victoria personal sobre la imposición a la que se ve sometida, aunque no puede hacer nada allí, en el baño. Sale y se dispone a preparar sus cosas. Apenas caben más en la maleta, pero quiere llevarse su ropa. No sabe qué va a ser de ella a partir de ahora y tiempos de penuria pasados acuden a su mente. Disimuladamente, y sin que los guardias se percaten, coge una medallita de oro y la esconde entre las camisas.

    -Ya está.
    El guardia se para en la mesa del salón y saca de su gabardina el sobre cerrado con la carta que Alejandro ha dictado a Elena. Lo deposita en lo alto de la mesa.
    -LA alianza.
    -¿cómo dice?
    -Señora, tenemos órdenes…
    Temblando, Elena se quita la alianza que Julián le puso en su dedo anular el día de su boda, y la deposita encima del sobre. Cierra los ojos e imagina con dolor la cara de su marido cuando vea la escena.

    Elena cierra la puerta de su casa y baja a la portería, seguida por los guardias que portan las maletas que acaba de hacer apresuradamente.

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  20. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  21. ¡Qué triste capítulo! Me recuerda la estrofa de una canción que dice ♫No quiero que nadie sepa mis tristezas. Porque temo del mundo los crueles sarcasmos de la incomprensión; me dirán cobarde con burla y torpeza, y abatirá mi orgullo las piedras que lancen sobre mi dolor. Mi dolor es mío, culpa no es de nadie; que yo tenga un alma,que mientras más fiera , más sepa querer, si a la par me dieran, un alma tan frágil, los dioses divinos que hicieron la tierra que me vio nacer♫ :(
    La Propia

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  22. CAPÍTULO 142:

    Dolores aguarda abajo con el niño en brazos con su abriguito puesto. La mujer ha terminado de darle el almuerzo y se ha apresurado a componerlo. También le ha preparado una botella con agua, y le ha envuelto unos roscos que hizo ayer. A su lado, Miriam no para de hacer preguntas. Elena ya baja por la escalera del portal.
    -¡Madre!
    -¡Elena!

    -¿Qué está pasando, Elena? Mamá… ¿quiénes son esos hombres y qué hacen con tus maletas de Elena?
    -Vamos…
    Los guardias quieren sacarla de allí, pero ella se planta tercamente. No se lo va a permitir.

    -Tengo que despedirme de mi familia. ¿O no?
    -Un minuto, no más. Ya teníamos que estar de vuelta.

    Con voz temblorosa, Elena anuncia su despedida mirando, rígida, al suelo:
    -ME voy… con Alejandro, mamá. No me busquéis. Me voy con él.
    -¿Qué? ¿Qué estás diciendo, hermana? Pero si….
    -Chsss…..- la voz de Dolores corta a Miriam de raíz. Dolores ve temblar a su hija en el paso que va a dar. El silencio se corta ahora entre las tres mujeres.
    -Pero hermana, no puede ser que te vayas con él….

    -¡Miriam…!
    Su hermana está nerviosa y Elena nota que le tiembla la mandíbula. Ella misma intenta no descomponerse mientras ambas se funden en un abrazo.
    -OS quiero mucho. Os quiero a las dos, debéis de saberlo. Por mucho que os digan, os quiero mucho y nunca haría nada que os perjudicara.
    -Hermana…
    -Pórtate bien y estudia mucho, debes de cuidar tú ahora de madre…
    Elena se acerca ahora a su madre y a Santiago, quién le echa las manitas y lo coge en brazos. Dolores le tiene la mano puesta en la culera de su pantalón y no la quita de ahí manteniendo la vista fija en Elena. Elena palpa al niño disimuladamente y mira a su madre.

    -¡Abráceme madre!
    Madre e hija permanecen un tiempo indefinido hasta que el carraspeo de los guardias les hace separar. Dolores hace la señal de la cruz sobre la frente de su hija y su nieto, y le da un último beso.

    Elena sube en el asiento trasero del coche y se acomoda con su hijo. EL guardia da un sonoro portazo y se sienta en el asiento del copiloto. Su compañero ya ha cargado las maletas y se sienta en el volante.

    Elena gira la cabeza para quedarse con la mirada enganchada en su madre y su hermana, que la observan impotentes desde la puerta del edificio mientras el coche se aleja por la calle. LA imagen de su madre liada en su toquilla gris y cara de resignación permanece en la retina de Elena hasta que el coche dobla la lejana esquina. Ya no hay vuelta atrás y Elena lo sabe. LA cara de Dolores es lo último que ve su hija, y no puede evitar pensar que se va a repetir con ella la historia de su madre.


    Elena vuelva la cara al frente, con la mirada perdida. Ahora sí, nadie la ve, y ella siente dos lágrimas amargas correr por sus mejillas y aprieta a Santiago contra ella. Aspira el olor de la cabecita del niño como si no lo fuera a hacer nunca más. No, nadie le quitará a su hijo, el hijo por el que tanto ha luchado y que tanto le ha costado sacar adelante. Ya no hay vuelta atrás posible y apenas ve hacia dónde se dirigen. Las calles de Madrid se van sucediendo una tras otra hasta llegar a las afueras mientras la tarde de invierno cae plomiza sobre Madrid.

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  23. Intenso el capítulo, María ¡Qué impotencia! Por favor, María, no dejes que Alejandro le ponga las manos a Elena ¡Qué Alejandro se sorprenda de lo fuerte que se ha vuelto Elena! ¡Qué la fortaleza de Elena sea más fuerte, que las amenazas de Alejandro! Todo esto, en lo que el príncipe de Elena viene a rescatarla, a ella y al niño!...¿o los niños? jejeje!!!
    La Propia

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  24. Por cierto...ya llevamos más de un año de 'atardeceres' Enhorabuena ;)
    La Propia

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  25. CAPÍTULO 143.


    Santiago llora débilmente. Estos días todos han estado nerviosos en casa y el niño lo acusa. Echa en falta a su madre. Elena quiere consolarle y se desabrocha la camisa con cuidado. No quiere que los hombres la vean dando de mamar por el retrovisor.

    Santiago se engancha del pecho de su madre, y nada más empezar cabecea hacia atrás haciendo aspavientos. Elena lo mira extrañado e insiste. El niño quiere leche, pero la leche no parece gustarle. Elena se guarda el pecho y cambia de lado al niño, quien vuelve a probar en el otro pecho con idéntico resultado. Tal vez con los nervios su leche sepa distinta. Se abrocha la camisa y colma de besos al niño, que no para de hacer pucheros.
    -Ya, mi niño, ya…. No pasa nada…. Ya está aquí mamá…

    A Elena le viene un fogonazo la conversación mantenida con su madre días antes. “Mientras des el pecho no te puedes quedar embarazada, pero Santiago ya está grande y mama menos, no te fíes”. ¿Has vuelto a tener el periodo?” Elena recordó que sí, que había vuelto su periodo, pero solo una vez, hacía ya más de un mes. El aparente retraso lo justificó el mismo Julián, que le dijo que no pasaba nada, que su cuerpo tardaría en regularse. Las palabras de su madre cobraron ahora más fuerza que nunca. “Muchas mujeres se enteran de que están esperando porque les cambia el sabor de la leche, es el hermano mayor el que se da cuenta, y acaba destetándose a la fuerza”. Un escalofrío la recorre. ¿Y si ella estuviera…? ¿Cuándo fue su último periodo? Julián aún no estaba en la cárcel, y después los esposos habían hecho uso del matrimonio muchas y repetidas veces.

    Con disimulo, Elena palpa la culera a Santiago. Dolores le ha metido un paquete ahí, en el pañal, que Elena adivina un fajo de billetes. Los ahorros de estos meses para el segundo curso de la carrera de Miriam, seguramente. Mentalmente da las gracias a su madre. Sabe lo que se ha sacrificado por ese dinero y el sacrificio que les va a suponer, pero el futuro de ella es ahora incierto. Guardará ese dinero como oro en paño. Tal vez les salve a ella y a su hijo en un día que ella suplica no muy lejano. Observa que el niño también lleva colgada a su cuello la medallita de oro que le regalaron las vecinas en colecta, por su bautizo. Les hará falta.


    El coche se dirige hacia las afueras de Madrid y se pierde en la carretera.

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  26. GRacias. No sabía que llevaba un año. Claro que he estado varios meses sin colgar capítulos.
    SAludos.

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  27. ¡Qué tensión! ¿Llevarán a Elena y al niño a la casa de los padres de Alejandro y este los presentará como su esposa e hijo primogénito para obtener la herencia? ¿Alejandro se abrá enamorado, inconscientemente, de esta nueva y fuerte mujer que es Elena, desde que ella los echo a él y a su difunta mujer de la portería. ¿Y a Santi, lo ama también? Solo espero que sufra lo que sufrió Elena por mantener y defender a su hijo a su lado en las más pauperrimas condiciones. En donde Elena pasó lágrimas, humillaciones, hambre, cárcel, casi violación en la misma, casi le roban el niño en aquél convento de monjas diabólicas y casi mueren. Alejandro debe enterarse de todas las penurias que pasó Elena por su hijo y espero que algún día se sienta culpable de ello y lleve el peor de los sufrimientos de perderlos. Ojalá sea así; pero creo que hay maldad para rato de parte de Alejandro...jejeje!
    La Propia

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  28. CAPÍTULO 144:

    -Mamá, qué está pasando? ¿Es que nadie va a decirme nada? Madre, usted sabe algo. ¿qué es lo que ha pasado? ¿cómo ha podido irse Elena con ese sinvergüenza que…?
    Miriam ve el rictus de dolor contenido de su madre, que se quita la toquilla y va a por su abrigo.
    -Sé lo que tú, Miriam.
    -Pero…
    -Elena ha tomado esta decisión, y debemos respetarla.
    -Pero si ella no quiere a ese mentecato…. No puede ser… si ella y Julián se querían mucho, si…
    -Miriam, estoy segura que tu hermana tiene motivos poderosos para hacer esto, ¿me entiendes? Ahora debes de quedarte aquí.
    -¿Dónde va?
    -A la cárcel. Debo estar al lado de Doña Carmen en estos momentos. De lo que has visto aquí, ni media palabra a nadie, ¿me oyes? ¡A nadie!
    -¿Y qué va a pasar ahora?
    -¡Todo a su momento!

    Miriam asiente poco convencida mientras le da un beso de despedida a su madre. Se enjuga una lágrima, no sabe si de pena o de rabia, por lo que acaba de vivir. Piensa en su sobrino Santiago y aún no es consciente de que quizás no lo volverá más a ver. Todo ha sido muy extraño.

    Dolores se despide de su hija y se dirige a la parada del autobús, embutida en su abrigo negro y un pañuelo que se ha puesto del mismo color. Tiene el gesto grave. Siente que debe de estar al lado de su consuegra en estos momentos. Tampoco va a ser fácil para ella y deben hacérselo comprender cuando reciba la noticia.

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  29. Los enfrentamientos entre Elena y el malvado Alejandro quedarán excelentes, como hasta ahora. Julian, please, avanza a curarte y para buscar a tu esposa Elena y a tu hijo. Me da mucha pena con Santi, porque debe estar muy confundido, además de que lo llevan con personas extrañas y siente el sufrimiento de su madre. Ojalá rechaze a su padre biológico y Alejandro lo sufra de verdad. Ayyy, que horrible la situación de Elena!!!
    La Propia

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  30. Estoy en 'ascuas' por saber a donde llevaron, perdón, secuestraron a Elena y a Santi...
    De verdad que Elena está soportando muchas desgracias; pero para ser más fuerte y además crecer como ser humano como ser humano.
    La Propia ;)

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  31. María, nos puedes decir para cuando los próximos capítulos. Nos debes el de ayer, jejeje :) Nada, toma tu tiempo.
    La Propia

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  32. Por cierto, María, la pobre Elena, con todo ese lío que tiene, no ha comido, ni se ha duchado...ayúdala!!!! Pobrecita!!!
    La Propia

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  33. No, posteo cinco capítulos a la semana.
    Saludos.

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  34. CAPÍTULO 145.

    -Bájese.
    El hombre de uniforme sostiene la puerta mientras el otro saca las maletas de Elena y las mete en otro coche que hay aparcado en la puerta de la cárcel. Elena sale con Santiago en brazos y agradece estirar las piernas. El frío del campo le da de lleno en la cara, haciendo que le quemen las huellas de sus lágrimas en sus mejillas. No quiere que Alejandro la vea llorar y se restriega con rabia.

    Alejandro sale por la puerta y se despide de varios hombres de uniforme. Luego la invita a sentarse en el otro coche. Elena sube sin decir nada. El coche enfila la carretera general para salir de Madrid. Casi no queda luz natural.

    -¿Dónde vamos?
    -Ya lo sabrás cuando lleguemos.

    La cortante respuesta no da para más y Elena se mantiene en silencio lo que queda del viaje. Afortunadamente Santiago se ha adormilado y no parece incómodo. Seguramente el saberse en brazos de su madre, después de tantos días echándola en falta, le ha devuelto la tranquilidad y esta noche se conforma con eso. Elena se ensimisma en sus pensamientos mientras acaricia la carita del niño dormido.
    El auto para en una desvencijada fonda de carretera. Alejandro pide una habitación de matrimonio con una cuna para el niño. Elena se retira un momento con la excusa de cambiar a Santiago de pañales y lavarlo. Sin demora, saca el fajo de billetes de la culera del niño y lo guarda con disimulo en su equipaje. Luego baja a cenar aunque apenas tiene hambre. Intenta que Santiago vuelva a engancharse del pecho, pero sin mucho éxito.
    -Si quiere le preparo unas gachas para el niño. O traigo leche de las cabras que tenemos.

    Elena asiente agradecida. Al final el niño se conforma con unos tragos de leche caliente y cremosa, para volver a dormir en brazos de su madre. Alejandro no pronuncia ni palabra y Elena no le mira a la cara. Se ha bebido cuatro vasos de vino y su nariz está colorada.

    Esa noche lo nota a su lado roncar y se pregunta por qué no la ha tocado. Vana pregunta. Pronto nota su aliento a alcohol y lo siente encima suya. A trompicones por la oscuridad, la desprende del camisón y la toma torpemente. Elena siente sus resoplidos y agradece no ver nada. Aparta la cara a un lado para no sentir el olor a cazalla y clava las uñas en la almohada cuando siente el dolor que la traspasa en su interior. Dos empujones y termina, para darse la vuelta y seguir resoplando.

    Elena se da la vuelta a su vez y se frota las lágrimas. Afortunadamente Santiago no se ha despertado y sigue tranquilo en su cuna. El dolor le hace flexionar las piernas mientras piensa en los próximos días. Si es verdad que está embarazada, debe de hacer creer a Alejandro que ese hijo es suyo, o seguramente lo pasarán muy mal. Siente frío, hambre, y sobre todo, vuelve a sentir la extraña sensación de vacío que tuvo cuando llegó a Madrid y se vio sola por primera vez en la ciudad inmensa. Piensa en su madre y su hermana, y sobre todo en Julián y doña Carmen, y se pregunta qué habrá pasado con ellos y qué les habrán dicho. Cierra los ojos e intenta dormir un poco. Mañana continuarán viajando a no se sabe qué sitio.

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  35. CAPÍTULO 146:


    La primera vez que Julián abrió los ojos ya sin fiebre fue en el Hospital Central. De inmediato reconoció el lugar donde trabajaba, solo que esta vez, el paciente era él. La cara de su buen amigo, el doctor Mauricio, fue lo siguiente que vio.

    La voz de su amigo médico le daba ánimos y le decía que se curaría. Notaba su cuerpo menos castigado. Notaba que ese sitio por lo menos estaba limpio y no tenía humedad. Manos amigas lo arropaban y le daban bebidas calientes.
    Lo siguiente que recordaba Julián era volver la cabeza y ver siempre a su tía, a su lado en la cabecera, muy seria y alegrándose mucho de su recuperación. A su lado, siempre a su lado, y unos pasos detrás de ella, en el lugar en el que esperaba ver a su mujer Elena, estaba Dolores, su suegra, que apenas abría la boca.

    -Julián, hijo mío… ya pasó todo…. Ya estás fuera de peligro… has salido de la cárcel y no vas a volver más… bebe esto, tienes que curarte, hijo…
    Y Julián se dejaba cuidar por su tía mientras apenas tenía fuerzas para abrir la boca y preguntar:
    -¿….y Elena?

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  36. ¡Qué miserable es ese Alejandro! ¡Ojalá no pudiera tocar más a Elena! ¿Cuál es su problema? Parece la maldad encarnada y ¿Elena? aunque la veo fortalecida, está sufriendo lo indecible. Pero por el que más siento pena es por Julián....cuando le cuenten!!! Espero que se de cuenta, como hombre brillante que es, de lo que verdaderamente está pasando con Elena; pero va a ser duro. ¡Qué prueba difícil para nuestra pareja! Mantienes al lector a la espectativa con el relato ¡Excelente, María!
    La Propia

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  37. CAPÍTULO 147:

    Julián recuerda que primero fueron evasivas. Su tía respondía con evasivas y calmaba su insistencia apremiándole a mejorarse.
    -Hijo, no te alteres ahora, debes descansar para recuperarte. Elena no ha podido venir.

    La evidente mejoría del enfermo hacía aumentar su insistencia cada hora que pasaba y era consciente de todo.
    -¿Dónde está Elena?
    -En casa.
    -¿Por qué no viene? ¿Por qué no está aquí mi mujer? ¿Qué ha pasado con Elena? Acaso se ha contagiado? LA vi en la cárcel, me acuerdo perfectamente… me dio agua… me dijo que me sacaría de allí…yo… me acuerdo…

    Doña Carmen y Dolores se miran en silencio. Dolores cierra los ojos, presintiendo una hecatombe.
    -Hijo… es que ….Santiago tiene varicela, y Elena está en la casa con él. Está deseando que te recuperes y vengas.

    Dolores suspiró hondo ante la ocurrencia de su consuegra. Al menos ganarían algo de tiempo. Vana esperanza. Al poco estaba Julián preguntando de nuevo.
    -¿Por qué no viene Elena? ¿Tan mal está el niño? ¿Por qué no viene ella misma? Yo he pasado la varicela de pequeño, no hay ningún peligro.

    Un calmante oportunamente suministrado le hacía adormecerse, hasta la próxima vez.

    Poco a poco Julián dejó de preguntar, para cada día escrutar cada vez más la cara de su suegra. Julián pareció entender que no serviría de nada hacer preguntas, cada vez que veía el gesto grave de Dolores, enlutada de la cabeza a los pies, y siempre, siempre, atenta a Doña Carmen, unos pasos detrás de ella, con la mirada clavada en el suelo.

    El último día de su estancia en el hospital ni siquiera preguntó. Se vistió con la ayuda de su tía, pues la debilidad aún lo tenía muy postrado, y se apoyó en su brazo y en el de su amigo Mauricio y en el de su tía para abandonar el hospital. El coche de su amigo Álvaro Iniesta les esperaba en la puerta. Aún fuera de peligro y dado de alta, a Julián le esperaba en casa una larga convalecencia. Ni siquiera el día de la salida Elena había ido allí. En vano miró hacia el pasillo y la puerta: Elena no estaba.

    El coche se detuvo en la puerta de la calle Águila, y Álvaro les ayudó a salir y se despidió. Dolores salió a abrir el portón y le dijo hola, mientras sentía como su yerno escrutaba con ahínco cualquier gesto de su cara, como queriendo adivinar sus pensamientos. Julián parecía interrogar a la madre y a la hermana con la mirada. “Qué está pasando aquí por qué no está Elena con vosotras”, parecía decir cada vez que las miraba.

    Ayudado por su tía, Julián subió a su casa. “Hijo, lo siento. Elena no está. Se fue. Se fue con el niño” , fue lo último que escuchó decir a su tía. Julián se quedó solo en su casa mientras sus ojos se clavaban en la carta que había encima de la mesa con la alianza de Elena encima.
    Con la mano crispada, Julián abrió el sobre y apartó la alianza de su mujer, que cayó rodando por la mesa.

    “Estimado Julián…. siento decirte que…. ”

    En su piso, Doña Carmen escuchó un grito desgarrador y luego un puñetazo en la mesa. La mujer cerró los ojos mientras las lágrimas caen por sus mejillas. Siente que el corazón de su sobrino se ha roto en mil pedazos y el suyo también.

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  38. Saludos María:
    ¡Bendito, María, no dejes sufriendo a Julián por mucho tiempo! A mi también se me rompió el corazón :( ¿Podrá, Miriam, decirle a Julián, de lo poco que sabe, su impresión de que Elena no se fue por su propia voluntad cuando vino a llevarse al niño y sus cosas, con dos guardias detrás de ella siguiéndola? Julián no puede cegarse por el dolor, él es más inteligente que eso. Voy a él y pago doble. Es más voy por Miriam, por Julián y pago el triple...
    La Propia ;)

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  39. CAPÍTULO 148:

    Enero de 1959.
    Guadiana del Caudillo. Badajoz.


    El agua fría del arroyo baja desviada por el caño que llega hasta los lavaderos que hay a las afueras del pueblo. Se desvía, saltarina y transparente, para repartirse entre ocho puestos de lavado donde las mujeres acuden cada día con sus trapos, prestas a lavar, frotar y retorcer entre sus manos hasta que la ropa queda limpia e inmaculada. Luego continúa su camino entre las hierbas de la dehesa, las piedras y los juncos, para unirse de nuevo al arroyo del que salió y continuar saltando por el campo.

    Las mujeres han terminado su colada y tras un buen rato de cháchara, han puesto sus trapos al tenue sol de Enero. Las cuerdas que hay para tal efecto cuelgan paralelas soportando las sábanas bordadas de los ajuares domésticos. Aún es invierno, pero el tibio sol de la tarde va a permitir darle un oreo a la ropa. Cuando cae el frío de la tarde las meten en las cestas y las llevan a sus casas para que se terminen de secar allí y no se les escarchen.

    Una mujer restriega las camisas con gesto mecánico. Siempre llega cuando las otras se van, le gusta estar tranquila y no mezclarse en los comadreos del resto del pueblo. Esta vez está sola y así termina su colada. No hay nadie alrededor, tan solo el campo verde le devuelve el sonido de los golpes que da a la ropa para quitarle la suciedad. Hace fresco esa tarde, pero ella no parece notarlo. Sus manos entran en el agua fría una y otra vez para retorcer las camisas.

    Termina de escurrir la ropa y la mete en la cesta para volver a la casa. El sol de la tarde se hace dar un bonito perfil que queda a contraluz resaltando sus rasgos nobles. De naturaleza delgada, casi enjuta, su pelo cobrizo está recogido en un moño bajo que la hace parecer mayor de lo que en realidad es. Su ropa oscura se ciñe a su cuerpo resaltando aún más su delgadez, y marcando aún más el color miel de sus ojos tristes. A pesar de lo delicada que parece, transmite sensación de fortaleza.

    La mujer vuelve la cara atrás y mira al hatillo de ropa que se mueve entre las matas, un rollizo bebé de cinco meses sonríe cuando su madre le vuelve la cara. LA criatura está metida entre varios jerséis de lana, gorrito y manoplitas para que no pase frío. A su lado, un niño de unos tres años la coge de la manita. También él va con su abriguito y su bufanda.
    -¿Se está portando bien la hermanita, Santiago?
    -Sí, mamá. Se ha depetado pedo no lloda.

    El niño le da un beso al bebé antes de que ella coja a la niña y se la acomoda a la cadera ayudada por un gran pañuelo que anuda en el hombro contrario. El esfuerzo físico de la colada le ha hecho entrar en calor y apenas necesita abrigo, tan solo una rebeca gruesa tejida por ella misma la calienta. Elena coge el cesto de ropa y lo acopla en la otra cadera. Asombra que un cuerpo tan delgado pueda soportar el peso de ambas cosas. El niño pequeño se agarra a su falda del lado del bebé.

    -Vámonos a casa, mi niño, que hay que hacer la cena.

    La silueta de la mujer con sus dos hijos se recorta al final del camino, mientras el sol alarga las sombras antes de desaparecer por el horizonte. Pronto llegará la primavera.

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  40. ¡Ayyy, hoy me dan pesadillas, María! Por poco infarto porque pensé que había pasado como 20 años y son solo cinco meses; but enought! ¡Pobre Elena! ¡Qué sufrimiento extremo! ¡Se parece tanto a su madre, Dolores! y pronto envejecerá prematuramente una niña que calculo debe tener menos de 22 años...muy joven para tanta desgracia. Solo espero que tenga mejor final que su mamá y Julian pueda conocer pronto a su hijita. Bueno, prematuro sería decir que Alejandro es la viva estampa del padrastro de Elena; pero ¿Qué clase de vida de sirvienta, mejor dicho, de esclava, le está dándo, el funesto Alejandro a Elena y a sus hijos y por qué? Está lavando su ropa y va a preparar cena... ¿No iba a heredar una fortuna de sus abuelos, con lo del primogénito? o ¿La fortuna se hizo sal y agua? o ¿Quiere castigar eternamente a Elena por no amarlo? Dios Santo y ¿Cómo ese ser maligno estará tratándo a sus hijos? Cuando yo escribo, igual hago sufrir, en demasía, a la protagonista; pero siempre me meto en la mente del malvado que provoca los sufrimientos, para tratar de entender su 'siquis'. Alejandro cree que la bebé es de él, sino, yo creo que las hubiera asesinado a las dos. Muchos preguntas...i know! Elena estará muy fortalecida; pero cada ser humano tiene un límite.
    Aunque se me haga difícil y tenga pesadillas esta noche, esperaré pacientemente las respuestas que rodean mi mente. Gracias, María, por el capítulo de hoy. Excellent!
    La Propia ☺

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  41. Saludos:
    Efectivamente, tuve pesadillas, jejeje!!! Otra pregunta que me estoy haciendo ¿Por qué Alejandro tiene a Elena y a sus hijos en un lugar tan remoto, como si tuviera miedo de algo? jumm...
    La Propia

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  42. ¡Espero que estés bien, María! Un saludo desde Puerto Rico ☺
    La Propia

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  43. María ¿Estás bien? Hace más de una semana que no sabemos de ti. Me gustaría contactar contigo en privado, si no te molesta, claro. Cuando puedas, me dejas saber.
    La Propia

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  44. CAPÍTULO 149:

    Las viviendas de los militares destacan sobre el resto de las edificaciones. Un poco apartadas de las demás, dispuestas en cuadrado alrededor de un patio central, al que se accede a través de dos entradas, la una enfrente de la otra, con sus correspondientes garitas de vigilancia. En cada garita, un soldado vigilando. En cada casa, una cara en la ventana atisbando quién entra y quién sale.

    La número 4 es la correspondiente al capitán. Desde hace más de un año, la ocupa el nuevo destinatario, un joven procedente de buena familia de terratenientes, con influencias, que hasta hace poco estuvo como encargado jefe en una prisión en la capital. Llegó una noche, con su mujer y su hijo, a quienes presentó al resto de oficiales que allí había. Con el paso de las semanas, anunció el nuevo embarazo de su mujer, muy joven y callada, y a quién costó bastante integrarse con el resto de las mujeres de los militares y la rutina de la casa cuartel, regida por sus propias normas no escritas. Las viviendas eran como un pueblo dentro de otro pueblo, con sus propias habladurías y chismes encerrados entre esas paredes. Los militares salen temprano al cuartel, dejando a sus mujeres en las casas, ociosas y con ganas de enterarse de la vida de los demás. Vuelven tarde y se encierran cada uno con su legítima. Hasta el día siguiente otra vez lo mismo.



    -Es tarde. ¿Dónde has estado?
    -Lavando la ropa. ¿Acaso no me ves cómo vengo?
    -¡Basta! ¡Te tengo dicho que no me contestes así!
    Elena deja el cesto con la colada en el suelo con gesto cansado.
    -¿Por qué no vas con el resto de las mujeres?
    -Me gusta lavar a esta hora.
    -Pero a esta hora no hay nadie.
    -Precisamente por eso.
    -Por eso no. No me gusta que nos señalen con el dedo. Ni que murmuren a nuestras espaldas.
    -Pues no veo por qué, no hago nada malo. Simplemente es que no me gustan los comadreos y no quiero ser partícipe de ellos.
    -Pero luego dicen que eres rara.
    -Me da igual lo que digan. A lo mejor, las raras son ellas. Y ahora, ¿me dejas que tienda la ropa y prepare la cena? Porque si quieres cenar a su hora, tengo que prepararla, si no, no me vengas luego con quejas. ¿Y tú, dónde has estado? Hoy has venido más temprano que siempre.
    -He terminado antes. Pero no te tengo que dar explicaciones, basta ya de monsergas.


    Alejandro rezonga en silencio y sale de la habitación mientras Elena coge con el cesto a tender y la satisfacción reflejada en su cara. Se ha salido con la suya. Sabe de sobra que las batallas dialécticas con Alejandro las acaba ganando ella, cosa que a él le saca especialmente de sus casillas. Ella lo considera su victoria particular y lo único que le mantiene la mente despierta. Se ha propuesto no dejarse doblegar a pesar de las circunstancias. Ha tenido que renunciar a mucho, ceder en muchas cosas, pero no está dispuesta a que la pisoteen en el día a día. Sabe que si se deja humillar está perdida, y terminará de la misma manera que terminó su madre, de modo que no le deja pasar a Alejandro ni una. Si él le hace un reproche, ella se lo devuelve con creces, marcando una barrera dialéctica que hasta ahora no ha cedido ni un milímetro. Sabe que eso es lo único que la mantiene viva, a ella y a sus dos hijos.

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  45. Eso fue un golazo de Elena en contra de Alejandro. Me encantó!!! Me gusta la interacción entre ellos. Elena está demostrando lo inteligente que es y no va a perpetuar el maltrato que permitió su madre, de parte de su padrastro, en ella misma. Eso es asegurarles una buena salud mental a sus hijos, para que sean felices de adultos, a costa de su propia felicidad. Muy bien!!! Pero llegan más preguntas a mi mente: ¿Qué pasó con la dichosa herencia? ¿Por qué Alejandro dejó su carrera de ingeniería para ser capitán? ¿Cómo trata Alejandro a sus hijos? ¿Elena tiene o ha tenido alguna interacción con la familia de Alejandro? ¿Ellos, la familia de Alejandro, conocen a Elena y a los niños?¿Tienen vida íntima, como si fueran un matrimonio? Ay, nooo!!! ¿Alejandro oculta algo? jummm!!! ¿Alejandro se ha enamorado de Elena? ¿Cómo estará el noble de Julián, después del triste capítulo que tuvo? ¿La estará buscando, a Elena? ¿Se habrá dado cuenta que hubo un entrampamiento por parte del siniestro Alejandro? Me ha dado gracia el comentario de preocupación de Alejandro de que llamen a Elena 'rara'...jajaja!!! Nos dejaste con ganas de más, María. Pues nada, con la excelencia uno debe que tener paciencia y lo entiendo. Gracias, María!!!
    La Propia

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  46. María: Nena ¿Cómo estás? Yo estoy casi, totalmente, recuperada del virus que me dio. Mira y no te sientas abrumada por las preguntas que hago. Nooo, solo son las preguntas que hace una fiel lectora, a un relato fantástico. ¿Te llegaron los mensajes? Bueno, espero que pases un lindo domingo ;)
    La Propia

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